Me encanta una frase de Mircea Eliade: “El primer deber del practicante es pensar, esto es, no dejarse pensar”. Ante una primera lectura puede interpretarse como la intención de liberarse de las opiniones impuestas, pensar por uno mismo. Pero la idea es más drástica que eso.

Todo aquel que se dedica a observar sus propios pensamientos, eventualmente desarrolla la capacidad de ser un observador externo, testigo de sus propios pensamientos. La sensación de que estos no son propios, que no son elegidos se va tornando cada vez más clara. Y a esto es a lo que se refiere la frase.

Hagamos una prueba. Tratemos de observar la imagen de abajo, sin permitir que afloren otras imágenes internamente.

Líneas azules sobre amarillo, eso es todo lo que deberíamos haber visto. No tendría por qué haber aparecido un color en nuestra mente. Mucho menos la imagen de un animal de color naranja, ¿quién vio eso alguna vez?

Sin embargo la imagen seguramente afloró en la conciencia, el pensamiento surgió espontáneamente.

Este ejercicio inocente evidencia la dificultad que tenemos de ver algo de forma pura, sin interpretación o asociación. Nos muestra también cómo los pensamientos surgen sin que los elijamos o seamos conscientes de ellos.

Otro ejercicio, éste un poco más productivo. Ahora probemos elegir aquello en lo que queremos pensar. Dirigir el pensamiento hacia algo específico, por ejemplo una imagen geométrica, un cuadrado. Tratemos de mantener el foco sobre el cuadrado. Pensar únicamente en eso. Pasado un segundo o dos percibiremos que hay otros pensamientos conviviendo con la imagen. Pasados algunos segundos más probablemente el cuadrado se esfume totalmente.

Notamos nuevamente que los pensamientos afloran sin elección. Brotan, crecen y se multiplican. No parece ser uno el que piensa, somos pensados por la mente. Y esta es una interpretación más interesante de la frase de Mircea Eliade, debemos “pensar, no ser pensados”.