Cordialidad proviene del latín cordis, corazón. Es algo que hacemos de corazón, con afecto, con amor.
Expresar cordialidad como un estilo de vida, además de ser una postura hermosa ante la vida, ante el mundo, nos hace bien a nosotros mismos. En el pasado, había incluso remedios que eran denominados cordiales, porque hacían bien al corazón. De hecho, te quedas con una sensación de corazón más ligero cuando manifiestas una actitud bonita, afable, sea con quien sea. Esto nos demuestra que el mayor beneficiado no es el otro que fue blanco de nuestra gentileza, sino nosotros mismos, en primer lugar.
La civilidad abre puertas, facilita los trámites sociales, culturales e incluso los burocráticos. Un alumno cordial cautiva a sus profesores que, así, facilitarán su vida escolar. Un funcionario gentil aceita las relaciones con clientes, con colegas y con superiores. Un cliente simpático consigue más buena voluntad y, a veces, hasta un descuento por parte del vendedor. Un vendedor atento vende más, gana más dinero. Un residente simpático consigue excepciones maravillosas del portero de su edificio. Pero es obvio que no vamos a ser cordiales solo pensando en las ventajas que esto nos trae.
La civilidad y la cordialidad son muy fáciles cuando el otro ya está siendo amable. Pero, ¿y cuando el otro está siendo grosero y agresivo? Bien, ahí es preciso que tu civilidad sea muy auténtica y que hayas asumido el compromiso ante ti mismo de ser cordial en cualquier situación, con cualquier persona, pase lo que pase.
No es casualidad que caballero en francés sea gentilhomme (gentil hombre) y en inglés sea gentleman (hombre gentil).
Del libro Cambia el mundo, empieza por ti, Profesor DeRose, Egrégora Books.
Participá de la conversación
Registrarme | Iniciar sesión