Separar la tensión de la fuerza. Desarrollar fuerza no implica generar tensión. Si levantamos una caja pesada sin tener fuerza, si nos estresamos ante una situación x, o estamos el día entero frente a la compu sin movernos con la cabeza hundida entre los hombros, es probable que generemos tensión y por lo tanto desgaste a nivel muscular pero también a nivel energético. Acumulamos cansancio.
Cuando practicamos, la idea es acumular fuerza, no cansancio. Recolectar práctica tras práctica un poquito más de conciencia corporal, capacidad respiratoria, fuerza muscular, flexibilidad articular, capacidad de foco, comunicación con nuestro organismo. Podríamos decir que la combinación de todo eso en proporciones adecuadas da como resultado la fuerza.
Si las articulaciones están duras, los músculos tensos y respiramos mal, necesitamos un esfuerzo mucho mayor para hacer cualquier cosa. Por eso cuando pienso en tener fuerza me gusta imaginar no solo el desarrollo de la musculatura, sino una combinación de recursos que funcionen de manera inteligente, una sumatoria que dé como resultado fuerza.
Y lo que me parece más interesante todavía es que, si tomamos la fuerza de esa manera integrada, podemos pensarla no sólo como muscular, sino como capacidad de foco, o sostén emocional, o tenacidad. Y, según aquello que queramos apuntalar, el resto se pone a disposición. Por ejemplo, si buscamos de hecho desarrollar más fuerza muscular, nuestra respiración, capacidad de foco, energía emocional, flexibilidad articular van a ser herramientas fundamentales para ir hacia donde queremos. Acercar la fuerza a la sensibilidad, no alejarlas.
¿Tenés registrado qué parte de tu cuerpo tiene más fuerza? ¿Dirías que tu estructura emocional es fuerte sin que sea en detrimento de tu sensibilidad? ¿Y tu pensamiento? ¿Cómo interactúan en vos todas esas variables? ¡A practicar se ha dicho! Percibirnos, apuntalar lo que haga falta, pensar en la fuerza como el desarrollo de nuestro potencial.