He leído mucho sobre educación canina para criar a mi cachorra weimaraner. El mejor método para lograr que el perro haga lo que uno quiere es cautivarlo, y no apostar fuerzas con él, gritarle al pobre animal y mucho menos castigarlo o golpearlo. En algún lugar escuché la frase: “el hombre es un perro con pulgar oponible”. El entrenador se refería a lo fácil que es inducir a un hombre a hacer lo que la novia quiere, siempre y cuando ella sepa aplicar el liderazgo del refuerzo positivo. ¡Y también porque los hombres, como los perros, no consiguen pensar en más de una cosa a la vez!

Aprendí esto con mi weimaraner. Los perros, como los humanos, siempre señalan en el segundo anterior lo que pretenden hacer a continuación. Si su tutor tarda en enviar una orden de desviación, el perro se dispara, por ejemplo, ¡para cruzar la calle! Pero si el humano percibe un instante antes y dispara la orden (“quieto” o “no” o cualquier otra), el perro educado, que aún no ha comenzado la acción, obedece.
Por otro lado, si el perro ya ha comenzado a correr para lanzarse delante de los coches, no sirve de nada gritar “no”, “quieto”, “junto”, “parado”. Si la acción ya ha sido deflagrada, es casi imposible interrumpirla[1].
Si no quieres aplicar represión, basta con dar la orden “ven” y cuando se acerque lo recompensas con una golosina. Si no tienes golosina, dale cariño y juega con él.
¡Perro o humano, cuando se trata de emociones, ambos reaccionan de la misma forma! Consiguiendo evitar el primer arrebato, es muy fácil administrar el potencial conflicto. ¿Y la golosina? Puede ser la desviación de tu atención hacia algo más interesante, más divertido o más gratificante. Puede ser una palabra de incentivo, de elogio, de amistad, una palmada en la espalda, un abrazo, una mirada, una sonrisa.
Esto se aplica no solo a confrontaciones conyugales, sino a cualesquiera otras, en el trabajo, en el tráfico, con amigos, en fin, en todas las situaciones.
En términos de costo/beneficio, sale mucho más barato asumir un pequeño perjuicio que entrar en una pendencia y pagar mucho más caro. Mi amigo Fabiano Gomes, antes abogado de éxito, hoy Director de una de nuestras escuelas del DeROSE Method, cuando era buscado por alguien que quería demandar a otra persona, le preguntaba:
– ¿Quieres tener razón o quieres ser feliz?
Si el pendenciero decía que quería tener razón, entonces él aceptaba la causa.
Pero si el querellante declaraba que quería ser feliz, el consejo que daba era:
– Entonces, olvídate de eso. Pelear no trae felicidad a nadie.

Libro: Cambia el mundo, empieza por ti