No vemos las cosas como son, las vemos como somos.

Todo lo que percibimos es reconstruido internamente. Y en esa reconstrucción, todo se ve teñido de interpretaciones.

Según nuestro estado de ánimo, vamos a tomar una información de una u otra forma. Cada vez que observamos algo, lo asociamos internamente con nuestras memorias, emociones, cultura, experiencias anteriores, pensamientos y preconceptos.

Así le damos diferentes significados a aquello que percibimos.

Un mismo alimento puede resultarnos apetitoso o no según el estado de nuestro organismo en un determinado momento. Incluso a lo largo de la vida la percepción de los sabores irá cambiando y haciendo que cosas que en un momento no nos gustaban, pasen a resultarnos manjares.

Toda la información llega a nuestra conciencia a través de filtros internos. Como si fueran capas de celofán de diferentes colores que tiñen la luz que nos llega. De la misma forma, nuestras emociones, nuestra cultura e incluso el estado de nuestro cuerpo filtran todo lo que percibimos.

Durante el entrenamiento de meditación desarrollamos progresivamente la capacidad de observar esos filtros y de poder diferenciar el color que nosotros atribuimos a algo (que en realidad no es propio del objeto) del objeto en sí.

Es así que con el entrenamiento vamos notando que no vemos las cosas como son, las vemos como somos. Trabajamos entonces sobre nosotros mismos, buscando emanciparnos del contexto.