El camino del autoconocimiento es la búsqueda de la autenticidad. Y la búsqueda de la autenticidad es un proceso de liberarnos de la tiranía de lo común.
Descubrir aquellas cosas que en algún punto imaginamos que podrían ser diferentes, que podrían ser mejores, pero que resignamos por ser comunes. “Y bueno, todos hacen así.”
Mantenernos atentos a esas cosas que nunca imaginamos posibles, que están totalmente fuera de nuestro imaginario, pero que al verlas las reconocemos como auténticamente propias.
Como todas las cualidades, algunas personas las tienen de forma nata y otros precisan desarrollarlas. Unos son dotados de autenticidad y son indisolubles en la masa. A otros les cuesta más, se espejan en el más próximo y tienen dificultad para diferenciar un pensamiento propio del eco de uno ajeno.
Y todo empieza con la inocente observación. Observar lo que sentimos en determinadas situaciones, pero lo que realmente sentimos y no la idea que tenemos de lo que alguien debe sentir en aquella circunstancia. Observar el flujo de nuestros pensamientos y percibir como a veces brotan ideas brillantes, advertencias o cuestionamientos que simplemente ignoramos. Observar lo que soñamos, que en el lenguaje de los símbolos nos pone cara a cara con todo lo que está procesando nuestro subconciente.
Por la simple observación se van desvaneciendo todos los agregados artificiales y vamos encontrando ese núcleo auténtico que no conoce límites y es totalmente libre de las amarras de lo normal.
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