¿Ya has escuchado esto? “Tienes razón, pero así pierdes la razón”. Frase comúnmente dicha a quien intenta defenderse o defender sus derechos con agresividad o grosería.
Con educación, todo se resuelve. Conversando con civilidad y cortesía, puedes conseguir negociaciones que, de otra forma, no tendrían solución. Cuando estés emocionalizado, no respondas nada. Mucho menos por escrito. Hay un circuito mal soldado en nuestro cerebro que nos lleva a ser más educados cuando conversamos “ojo a ojo” y a ser más toscos cuando escribimos. Yo también soy así. Entonces, evito responder por escrito en el momento en que la sangre está hirviendo. Cuando necesito escribir, no lo envío. Dejo que la cabeza se enfríe y al día siguiente releo lo que escribí. Siempre suavizo mi redacción. Si puedo, espero más. Si es posible, espero semanas o hasta meses, antes de enviar una respuesta dura. Con el paso del tiempo y a medida que releo, voy ablandando más el texto.
Hubo una carta en la que llamaba la atención de una supervisada antigua y muy amiga mía. Me tomó seis meses considerar que no había cómo atenuar más. El resultado fue excelente. Pero cuando yo era joven (léase inmaduro), solía responder en el calor de la emocionalidad. Con aquella actitud, nunca conseguí solucionar los problemas en cuestión y aún perdí buenas amistades. Es el precio que se paga por la inexperiencia.
Una vez, yo estaba haciendo musculación digital, cambiando los canales de la TV, como en general la minoría masculina suele hacer. Por casualidad, caí en un programa en que un exalumno mío, muy famoso, estaba siendo entrevistado por otra exalumna, no menos célebre. Me detuve para oírlos. La entrevistadora estaba siendo extremadamente ruda con el entrevistado. Algo tan absurdo, que no comprendo cómo el director del programa no le advirtió por el “punto” que queda en el oído. Pero el entrevistado no perdía la elegancia y respondía con toda la cortesía a cada grosería de la entrevistadora. Él subió mucho en mi concepto aquel día. Hasta que, mucho tiempo después, al final del diálogo, la entrevistadora dijo, con una voz dulce: “Pero, Paulo, ¿sabes que te quiero mucho, no es así?” ¡Listo! Él la había ablandado. Tal vez la había cautivado con sus buenas maneras.
Del libro Cambia el mundo, comienza por ti, Profesor DeRose, Egrégora Books.
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