2 minutos de lectura
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Publicado el
15 de ago 2024
Dwayne Macgowan
Entrenar meditación es, en gran medida, entrenar concentración. Un ejercicio simple de meditación es imaginar una figura geométrica y tratar de mantener esa imagen presente sin dispersarnos.
En brevísimos instantes inevitablemente nos vamos a dispersar. Las dispersiones que surjan serán de uno de estos tres tipos: físicas, emocionales o mentales.
Una dispersión física puede ser, por ejemplo, que empiecen a doler las rodillas, se canse la espalda, o nos moleste el cuello. Sensaciones físicas que quitan el foco de atención que buscábamos mantener sobre un determinado pensamiento y lo llevan hacia el cuerpo.
Una dispersión emocional es un poco más sutil. Por ejemplo podemos sentir ansiedad o aburrimiento. Tal vez aflora un sentimiento de tristeza. O si tuvimos un mal día y estamos de mal humor se torna difícil dirigir la atención hacia el objeto de concentración.
Las dispersiones mentales son los pensamientos. Nos acordamos de algo, empezamos a pensar en otra cosa. Hacemos asociaciones. Dirigimos la atención hacia memorias del pasado o proyecciones del futuro.
Para reducir estas dispersiones y avanzar en el entrenamiento de la meditación, todos estos aspectos (físico, emocional y mental) tienen que ser trabajados. Realizar un trabajo integral del individuo es crucial si queremos obtener resultados verdaderos con esta técnica.
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Publicado el
22 de jul 2021
Lucia Gagliardini
Muchas veces cuando doy clases pienso en cuánto más fácil nos resulta hacer fuerza que relajar. Entendemos con mucha más claridad cómo tensar la musculatura que cómo proponerle al cuerpo que se suelte. Y esto se aplica al entrenamiento y también a lo cotidiano. Nuestro cuerpo, ante ciertos estímulos, por default reacciona generando tensión, ya sea que nos estresemos por algo o que estemos trabajando bajo el aire acondicionado sintiendo frío y sin hacer nada al respecto. Es probable que los hombros busquen las orejas como si quisieran abrigarlas y a la noche estemos con una contractura total.
Aprender a descontraer es una herramienta increíble que además de hacer que descansemos mejor y nos sintamos mejor disponibiliza un extra de energía que antes se invertía en tensionar. Vamos a lo concreto, ¿cómo encauzar el relax?
1- La respiración es una gran cómplice. Es interesante al inspirar concentrarse (llevar la atención) en aquella zona que se percibe tensa y en la medida que exhalamos buscar soltar progresivamente la musculatura.
2- Observar nuestros hábitos corporales también suma. ¿Respiramos de manera abdominal o alta? ¿Tenemos los hombros relajados o tensos? ¿Las manos, están sueltas o apretadas? No sé si prestaron alguna vez atención a ese detalle, cuando uno aprieta las manos tensa los brazos, la nuca y la mandíbula. La mandíbula no puede quedar afuera de este recorrido; relajar la boca y la frente también aporta muchísimo.
3- Registrar las situaciones de tensión y generar un cambio consciente, en el entorno de ser posible y, sino, en la respiración (tornándola profunda) o en el cuerpo (descontrayendo los hombros, las manos, la nuca…)
Hay infinitas cosas para hablar y profundizar sobre este tema, justo el otro día pensaba en algo puntual que me gustaría compartir: en la medida en que se aprende a descontraer el cuerpo y por lo tanto a relajarse cuando no hace falta generar tensión, esto puede aplicarse también en la vida, comenzar a tener registro de los momentos en que se genera tensión innecesaria y probar soltar un poco, encauzar el relax.