¿Qué es el estrés?

3 minutos de lectura - Publicado el 12 de sep 2022
Professor DeRose

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En nuestro entendimiento, el estrés es el estado psico-orgánico producido por la diferencia entre el potencial del individuo y el desafío que necesita enfrentar. El estrés es la consecuencia del esfuerzo psicofísico para encarar el obstáculo. Para administrar el estrés, tratamos de aumentar la energía del practicante, para que su potencial suba y pueda enfrentar el desafío de arriba hacia abajo.

El estrés en sí no es algo malo. Sin él, el ser humano quedaría vulnerable y no conseguiría luchar, trabajar o crear con la necesaria energía. Lo malo es el exceso de estrés o la falta de control sobre él.

Entre una alerta psicofísica y otra, la persona tendría condiciones de rehacerse de ese estado de extrema tensión orgánica y mental. Para ello, sería preciso que hubiese menor frecuencia del estado de tensión o, entonces, técnicas específicas para minimizar la fatiga generalizada allí resultante y que produce una reacción en cadena de efectos secundarios tales como infarto, presión alta, jaqueca, insomnio, depresión, nerviosismo, caída de productividad, caída de cabello, herpes, problemas digestivos, úlcera, gastritis, impotencia sexual, dolores en la espalda y el peor de todos los problemas de salud: ¡las cuentas del médico!

Basta reducir el estrés para amenizar también todos esos sus efectos, los cuales, de otra forma, difícilmente cederían a una solución definitiva. Serían medidas meramente paliativas o un enmascaramiento de los síntomas.

El DeRose Method posee en su acervo diversos recursos eficientes para reducir el estrés a niveles saludables. Tal opinión es compartida por un buen número de médicos que indican este método a sus pacientes estresados.

Por esa razón, son muchos los empresarios, ejecutivos, artistas y profesionales liberales que van a buscar, en el DeRose Method, la dosis extra de energía y dinamismo que necesitan, pero, al mismo tiempo, el control del estrés.

Noventa por ciento de las personas sienten los efectos de combate al estrés ya en la primera sesión de nuestro método. Nuestras técnicas y las actividades sociales estimulan la oxitocina, que es una hormona producida en el hipotálamo. Con su estimulación, los niveles de cortisol (hormona del estrés) disminuyen en el organismo.

Del pocket book Stress
Professor DeRose, Egrégora Books

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Todo se desencadena por el estrés

3 minutos de lectura - Publicado el 9 de sep 2022
Professor DeRose

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Un día, fui al dermatólogo para que analizara mi caída de cabello y me dijo: “Es estrés”. Y no sirvió de nada que le explicara que soy la persona menos estresada que ha conocido. Trabajo en lo que me gusta, me levanto a la hora que quiero, decido lo que quiero hacer, tengo una esposa que es un encanto y jamás discutimos, mi secretaria se encarga de todo para mí... en resumen: no tengo estrés alguno. Pero el dermatólogo siguió pensando que la caída de cabello se debía al estrés y no a la testosterona.

Tiempo después, fui al cardiólogo para controlar la presión arterial que estaba un poco alta y él pontificó: “Es estrés”. Y no sirvió de nada que le explicara que mi padre tenía presión alta, por lo tanto, la primera sospecha debería ser la genética. Él siguió pensando que era el supuesto estrés.
En otra ocasión, fui al gastroenterólogo para ver si localizábamos la bacteria que ciertamente había traído de mis muchos viajes a la India y que estaba causando cólicos abdominales. Él me dijo: “Eso es estrés”. Y no sirvió de nada explicar que, con 25 años de viajes al Himalaya, era inevitable que hubiera traído bacterias, protozoarios y todo un zoológico de microorganismos diferentes a los nuestros. Él siguió pensando que la causa era el estrés.

Un día, me lastimé la columna entrenando Aikido. Fui al ortopedista y, tan pronto como declaré tener dolor en la columna, me dijo, fundamentado en su experiencia: “Es estrés”. Y no sirvió de nada que le explicara que la causa había sido un trauma. Él persistió diciendo que, independientemente del impacto en las vértebras, el estrés estaba asociado al dolor de espalda.

Pero lo más increíble fue cuando, años después, fui al dentista con un absceso en un diente y el odontólogo enseguida dijo: “Es estrés. Estudios recientes han probado que el estrés desencadena abscesos y toda suerte de inflamaciones, inclusive cáncer, porque baja la resistencia del organismo”.

¿Cuál es la conclusión?
La conclusión de los casos anteriores es que, sea cual sea su problema, el disparador puede haber sido el estrés. Usted puede tener virus y bacilos en su organismo que nunca crearían problema alguno si no ocurriera la baja de la capacidad inmunológica por el estrés. Es el caso del virus del herpes, que está allí quietecito hasta que usted tenga un episodio de estrés: inmediatamente las malditas ampollas comienzan a aflorar en los labios o en los órganos genitales. Usted puede tener propensión genética al cáncer, pero él nunca se desarrollaría si no ocurriera una baja de resistencia del organismo.

Del pocket book Estrés
Profesor DeRose, Egrégora Books

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¿Buenos modales, para qué?

3 minutos de lectura - Publicado el 26 de jul 2022
Professor DeRose

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Las normas de buenos modales son básicamente aplicables a los adeptos de la propuesta clean. Sin embargo, estos consejos serán útiles a todos, pues visan a desarrollar un sentido estético del comportamiento con amplitud universal.

Es muy cierto que un practicante del DeROSE Method tiene un comportamiento más elegante, cordial y con una pulida capacidad de administración de conflictos. Por eso mismo, debemos estar atentos para una perfecta integración familiar, social y profesional. Evidentemente, procuramos mantener el mimetismo a fin de no llamar la atención. Pero, a veces, no funciona. Entonces, que seamos notados y recordados por nuestra elegancia, simpatía, cultura y cordialidad.

La mayor parte de las normas de conducta surgió de razones prácticas. Si usted consigue descubrir la veta de la consideración humana, habrá descubierto también el origen de todas las fórmulas de la etiqueta. Todo eso se resume a una cuestión de educación. Buenos modales son las maneras de actuar en compañía de otras personas de forma a no invadir su espacio, no constreñirlas y hacer con que todos se sientan bien y a gusto en su presencia. Por eso, buenos modales son una cuestión de buen sentido.

Además, con relación a ese pormenor, reconozcamos que los buenos modales son también convenciones en constante mutación, dependiendo del tiempo y del espacio. Por eso, el manual de etiqueta que sirve para Europa, no sirve para Japón y el que fue publicado algunos años atrás, hoy ya puede estar desactualizado, pues el mundo se transforma rápidamente.
Así, lo mejor que usted tiene que hacer cuando está fuera de su hábitat es esperar que los otros actúen antes, observar y hacer igual. Si comen con la mano, siga el ejemplo; si con hashi, trate de conseguir hacer lo mismo.
Pero si, a pesar de todo, usted no puede seguir determinados costumbres, simplemente declínelos. Jamás voy a conseguir tomar sopa o té haciendo ruido, ni eructar al final de la comida como es correcto en algunos países. En esos casos, cuento con la indulgencia de los anfitriones por el hecho de yo ser un extranjero que no sabe comportarse 100% de acuerdo con las maneras locales. Me contento con unos 95%.

Sin embargo, si usted es el anfitrión, ponga su invitado o invitada a gusto, haciendo como él o ella — siempre que posible. Tengo un amigo que, para no dejar su invitado constreñido, lo acompañó y bebió la lavanda que fue servida después de la comida para lavar las puntitas de los dedos.

Otro hecho bastante conocido fue el de un diplomático árabe que, en una recepción de gala, terminó de comer una alita de pollo y tiró el hueso para atrás, por encima del hombro. Por un instante, todos se miraron entre sí como que a preguntarse: “¿Qué haremos?”. Acto continuo, el anfitrión lo imitó y, en seguida, todos estaban tirando sus huesitos por sobre el hombro... y divirtiéndose mucho con eso.

Del libro Método de Buenos Modales,
Profesor DeRose, Egrégora Books

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No seas un insatisfecho

4 minutos de lectura - Publicado el 15 de jul 2022
Professor DeRose

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Medio siglo de vida me ha enseñado a aceptar un defecto del ser humano como algo incurable: su insatisfacción.

He dado la vuelta al mundo innumerables veces y he conocido a mucha, pero mucha gente de verdad. He trabado contacto íntimo con una infinidad de fraternidades iniciáticas, entidades culturales, asociaciones profesionales, academias deportivas, universidades, escuelas, empresas, federaciones, fundaciones... En todas ellas, sin excepción, había descontento.

En todos los agrupamientos humanos hay una fuerza de cohesión llamada egrégora. Por la ley de acción y reacción, toda fuerza tiende a generar una fuerza oponente. Por eso, en esos mismos agrupamientos surgen constantemente pequeños desencuentros que pasan a ganar contornos dramáticos por la refracción de una óptica egocéntrica que solo tiene en cuenta la satisfacción de las expectativas de un individuo aislado que analiza los hechos de acuerdo con sus propias conveniencias.
En otras palabras, si los hechos pudieran ser analizados sin la interferencia deletérea de los egos, se constataría que no hay nada de malo con esos hechos, a no ser una inestabilidad emocional. Inestabilidad esa que es congénita en todos los seres humanos. Una especie de error de proyecto original, que aún está en proceso de evolución. Al fin y al cabo, somos una especie extremadamente joven en comparación con las demás formas de vida en el planeta. Estamos en la infancia de nuestra evolución y, como tal, cometemos inapelablemente las inmadureces naturales de esa fase.

Observe que rarísimas son las personas que están satisfechas con sus mundos. En general, todos tienen reclamos de su trabajo, de sus subalternos y de sus superiores; de su remuneración y del reconocimiento por su trabajo; reclamos de sus padres, de sus hijos, de sus cónyuges, de su condominio, del gobierno de su país, de su estado, de su ciudad, de la policía, de la Justicia, del departamento de tránsito, de los impuestos, de los vecinos maleducados, de los conductores inhábiles, de los peatones indisciplinados... Cuántas cosas para reclamar, ¿no es así?

Si vamos por ese camino, concluiremos que el mundo no es un lugar bueno para vivir y seguiremos amargados y amargando a los demás. ¡O nos suicidaremos!

Ya en la antigüedad los hindúes observaron ese fenómeno de la endémica insatisfacción humana y enseñaron cómo solucionarla:
Si el suelo tiene espinas, no quieras cubrir el suelo con cuero. Cubre tus pies con calzado y camina sobre las espinas sin incomodarte con ellas.

O sea, la solución no es reclamar de las personas y de las circunstancias para intentar cambiarlas, sino educarse a sí mismo para adaptarse. La actitud correcta es dejar de querer infantilmente que las cosas se modifiquen para satisfacer a tu ego, sino modificarse a sí mismo para ajustarse a la realidad. Eso es madurez.

La otra actitud es neurótica, pues jamás podrás modificar personas o instituciones para que se ajusten a tus deseos. No seas un desajustado.

Entonces, vamos a parar con eso. Vamos a aceptar a las personas y a las cosas como son. Y vamos a tratar de que nos gusten. Vas a notar que ellas pasan a gustar mucho más de ti y que las situaciones que antes te parecían inamovibles, ahora se modifican espontáneamente, sin que tengas que cobrar eso de ellas. Experimenta. ¡Te va a gustar el resultado!

Del libro Cambia el mundo, empieza por ti,
Profesor DeRose, Egrégora Books

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La sutileza es sinónimo de buenos modales

5 minutos de lectura - Publicado el 12 de jul 2022
Professor DeRose

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Donde hay sutileza, en general, hay buena educación. Sutileza tiene que ver con pulimento, refinamiento.

Sutileza en la manera de sostener una taza, un vaso, un tenedor. Sutileza en la forma de sentarse en el sofá sin tirarse en él o de darse la vuelta en la cama sin perturbar al compañero que allí está. Sutileza en la manera de tocar personas y objetos. Sutileza en la forma de cerrar el maletero del automóvil de un amigo. Sutileza a la hora de reponer las cosas exactamente en el lugar de donde las quitamos, en casa de los demás, por más íntimos que seamos. Sutileza a la hora de seleccionar las amistades y las personas con quienes vamos a involucrarnos afectivamente. Sutileza en la manera de reclamar o en la forma de decir una verdad.

No hay nada más agradable que poder decir a alguien:
– No sé si me gustaría eso.
Y el otro comprender que usted no quiere eso de ninguna manera, no insistir y no preguntar por qué. ¡Ya imaginó si, para obtener ese resultado, usted necesitase decir:
– Mira aquí, mi amigo. No estoy de humor, ¿me estás entendiendo? Deja de insistir.

Y, peor, si el espécimen de Homo sapiens no comprendiese palabras y usted necesitase apelar a la fuerza física a fin de ser respetado! Por ejemplo, teniendo que cerrar con llave un aposento para que el humanoide entendiese que no es para entrar! Cierta vez, tuve una secretaria que no respetaba la puerta cerrada de mi sala. Tenía que estar cerrada con llave o ella irrumpiría por mi intimidad adentro.

Creo que por la comparación con los opuestos el concepto de sutileza y su valor quedan más claros, ¿no es así?
Sutileza es que el asistente no deje para hacer después (“Deja ahí que después lo hago.”) lo que su superior solicite y, aún por encima, olvidarse y no hacer.

Sutileza es no pedir nada prestado, pero, si pide, devolver luego y en perfecto estado. Es no meterse con los libros y demás objetos de otra persona. Es no colocar nada encima de la mesa de trabajo del otro, y allá dejar quedar, contribuyendo con la confusión o para aumentar el estrés.
Sutileza es ser delicado, atento, cuidadoso, suave, gentil. Ser sutil es esforzarse para no hacer nada que pueda desagradar a los demás. Es ser gato y no ser perro al moverse, al pisar, al tropezar y al tocar.
Ser sutil es absorber y asimilar una educada indirecta en vez de comportarse como un muro de piedra y rechazar la crítica, devolviéndola automáticamente para defenderse.

La ciudad de Canela, en Rio Grande do Sul, es bien fría en el invierno. Cierta vez, visitando a una amiga, quedé dos días hospedado en su casa. Ella fue muy buena anfitriona, como los gaúchos suelen ser. Providenció comiditas gustosas, una ropa de cama perfumada, toallas suaves para el baño. Después de la ducha, preguntó elegantemente si estaba todo a contento. Sutilmente, le informé de que la ducha del cuarto de huéspedes no estaba calentando y bromeé diciendo que no tenía importancia porque baño frío en el invierno constituye un excelente beneficio para la circulación. Teníamos intimidad para el gracejo. Cual no fue mi perplejidad al escuchar su respuesta:

– Es... pero yo también tuve que tomar baño frío en su casa[1].
Reímos mucho de la desventura recíproca y continuamos amigos. Pero cargo conmigo hasta hoy la duda cruel: ¿será que ella se ofendió? Es atroz tener que preservar una amistad a costa de caminar sobre huevos. Una cosa ella perdió para siempre. Nunca más voy a contribuir con una crítica constructiva, pues percibí que ella no la acepta. Y nunca más voy a usar de sutilezas con ella.

Ser sutil es reconocer un error que le haya sido apuntado por otro, hasta incluso cuando usted discrepe y crea que está con la razón. Tengo algunos amigos, excelentes personas, pero que están todo el tiempo a la defensiva. Jamás escuchan y jamás aceptan. Necesitan justificarse siempre.

Por cierto, si vamos a analizar fríamente, tan fríamente como mi baño, necesitamos reconocer una definición que afirma: la neurosis consiste en haber aprendido errado, en haber asimilado una educación errada. Así, podemos concluir, el maleducado es un neurótico. Un ejemplo es el comportamiento observado en algunos estratos culturales que aprenden a “no llevar afrenta para casa” y, en virtud de ello, quizás lleven para casa un ojo morado, una enemistad para el resto de la vida o un proceso criminal por agresión. No se discute que tales personas aprendieron errado cómo vivir.

Ser sutil es sinónimo de ser bien educado, incluso cuando el origen es humilde, aunque nunca se haya leído un libro de buenas maneras.

[1] Porque no sabía cómo funcionaba la ducha con calentador central a gas, con un grifo de agua caliente y otro de agua fría.

Del libro Método de Buenos Modales,
Profesor DeRose, Egrégora Books.

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La tiranía de lo común

2 minutos de lectura - Publicado el 7 de jul 2022

El camino del autoconocimiento es la búsqueda de la autenticidad. Y la búsqueda de la autenticidad es un proceso de liberarnos de la tiranía de lo común.

Descubrir aquellas cosas que en algún punto imaginamos que podrían ser diferentes, que podrían ser mejores, pero que resignamos por ser comunes. “Y bueno, todos hacen así.”

Mantenernos atentos a esas cosas que nunca imaginamos posibles, que están totalmente fuera de nuestro imaginario, pero que al verlas las reconocemos como auténticamente propias.

Como todas las cualidades, algunas personas las tienen de forma nata y otros precisan desarrollarlas. Unos son dotados de autenticidad y son indisolubles en la masa. A otros les cuesta más, se espejan en el más próximo y tienen dificultad para diferenciar un pensamiento propio del eco de uno ajeno.

Y todo empieza con la inocente observación. Observar lo que sentimos en determinadas situaciones, pero lo que realmente sentimos y no la idea que tenemos de lo que alguien debe sentir en aquella circunstancia. Observar el flujo de nuestros pensamientos y percibir como a veces brotan ideas brillantes, advertencias o cuestionamientos que simplemente ignoramos. Observar lo que soñamos, que en el lenguaje de los símbolos nos pone cara a cara con todo lo que está procesando nuestro subconciente.

Por la simple observación se van desvaneciendo todos los agregados artificiales y vamos encontrando ese núcleo auténtico que no conoce límites y es totalmente libre de las amarras de lo normal.

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El trabajo no tiene que ser fuente de sufrimiento

4 minutos de lectura - Publicado el 28 de jun 2022
Professor DeRose

Desde temprana edad no me veía trabajando en algo que no me gratificara. Ni siquiera veía el trabajo como una fuente de ingresos. Cuando tenía ocho años, les dije a mis padres que no era justo que el basurero ganara menos que el médico. Mi padre me explicó que el médico estudiaba y, por lo tanto, tenía derecho a un salario más alto que el basurero. Y que, por eso mismo, debía estudiar, para conseguir un buen trabajo y ganar bien.

En mi lógica infantil, cuestioné que el hecho que el basurero ya estuviera haciendo un trabajo más desagradable. Además de eso, ¿debería ganar menos? Le dije a mi padre que todos deberían ganar lo mismo y que algunos ganarían x en un trabajo más gratificante y otros lo mismo x en un rol no tan agradable, según la capacidad de cada uno, pero que eso no debería interferir con las ganancias.

Por supuesto, nadie estuvo de acuerdo con esta premisa. Pero la idea de que deberíamos seguir una carrera que nos resulte agradable, permaneció en mi mente para siempre.
¿Has notado alguna vez que los trabajadores, en general, se sacrifican haciendo un trabajo que los oprime, los humilla, los desgasta, los consume, genera enfermedades...? Lo hacen de lunes a viernes y no tienen vida, sino subvida (por eso se dice que el trabajo da subsistencia, “subexistencia”). Se sacrifican de lunes a viernes para poder disfrutar de un fin de semana de ocio o descanso.

Nunca he visto el trabajo bajo esa óptica. Siempre he creído que debe ser agradable, divertido, placentero, estimulante. Pero eso chocaba con el concepto de que el trabajo tiene que ser algo que haces en contra de tu voluntad, por dinero. Esto generó el síndrome de “me alegro que sea viernes” y “qué diablos es lunes”.

Si preguntamos a cualquier empleado si prefiere estar allí, trabajando, o en casa descansando, o haciendo deporte, o viajando, etc., casi todos estarán de acuerdo en que sólo está allí, trabajando, porque necesita el dinero.

Admitamos que esa no es una visión bonita. La consecuencia de esto, es que mucha gente sabotea a la empresa o al jefe. Si pueden, se quedan ahí sin hacer nada, dando vueltas, yendo a tomar un café, hablando con sus compañeros, abarrotando la máquina productiva. Es decir, cuando no se llevan a casa una resma de papel, una engrapadora o cualquier cosa que puedan sustraer para compensar su frustración.

En la década de 1990 se llevó a cabo una encuesta para averiguar cuánto tiempo trabaja realmente un empleado de una empresa en una jornada de ocho horas. La conclusión fue que trabaja, efectivamente, durante un máximo de dos horas. Entonces, ¿por qué desperdiciar tu existencia, allá dentro, las otras seis horas del día durante toda tu vida? ¿No sería mejor hacer tu parte en dos horas y luego irte a casa? Pero somos víctimas del paradigma de que el empleado necesita estar en el puesto durante toda la jornada laboral. Por supuesto, en algunas profesiones, este concepto está cambiando a la oficina en casa. Pero seamos realistas, todavía hay pocos.

Do livro Sucesso, Professor DeRose, Egrégora Books.
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¿Represión o administración de conflictos?

5 minutos de lectura - Publicado el 23 de jun 2022
Professor DeRose

Lo que proponemos no tiene nada que ver con reprimir la rabia. El concepto de administración de conflictos consiste en usar la inteligencia en vez de la emoción desvariada. Reprimir sería impedir el libre flujo de la emoción destructiva. Administrar conflictos consiste en no bloquear, y en cambio direccionar, canalizar, sublimar a fin de que las emociones salgan, fluyan libres, pero en la dirección que más nos conviene con vistas a resultados futuros.

Mi juventud transcurrió en las playas de Ipanema y Leblon. Desde chicos aprendimos a no luchar contra la corriente. Si la corriente nos alcanza, no debemos luchar contra ella nadando hacia la tierra firme. El resultado sería infructífero; acabaríamos agotando nuestras fuerzas y moriríamos ahogados. Todo buen nadador de mar abierto sabe que si cae en una corriente debe nadar a favor de ella, hacia afuera, dar la vuelta y sólo después nadar en dirección a la playa. Así es también en las relaciones humanas y afectivas.

Cuando era más joven, mi cabello era rebelde (menos mal que era sólo el cabello). Durante años cambié de peluquero, buscando una solución, pero todas las tentativas de dominar aquel pelo con voluntad propia resultaron frustradas. Hasta que un día un profesional más viejo me dijo que no luchara contra el cabello. “No sirve peinarlo hacia atrás, porque esa no es su naturaleza. Ceda a la tendencia del pelo y cepíllelo primero hacia la frente. Después hacia abajo. Y, sólo entonces, para atrás.” Lo hice, ¡y quedé perplejo! El cabello aceptó mi comando y se comportó como yo quería.

Estos dos ejemplos tienen como objetivo ilustrar que, para vencer, algunas veces es preciso saber ceder. No reprimirse, sino aplicar estrategias de liderazgo.

Leí mucho sobre educación de perros para criar a mi “hijita” weimaraner. El mejor método para llevar al perro a hacer lo que uno quiere es cautivarlo, y no medir fuerzas con él, gritarle, y mucho menos castigarlo o golpearlo. En algún lugar escuché la frase: “el hombre es un perro con pulgar oponente”. El entrenador se refería a lo fácil que es inducir a un hombre a hacer lo que quiere la novia, siempre que ella sepa aplicar el liderazgo del refuerzo positivo. ¡Y también porque los hombres, como los perros, no pueden pensar en más de una cosa por vez!

Todos queremos tener las cosas bajo control. Pues la forma más racional y que proporciona mejores resultados no es hacer juego duro o vomitar las emociones atropelladamente. Cuando uno comprende que “quien dice lo que quiere oye lo que no quiere”, sus palabras y acciones pasan a ser más inteligentes.

Imagine una enorme piedra, estable a la vera de un barranco. La piedra es nuestro plano emocional. Mientras está allí, parada, nos da la impresión de que su estabilidad es perenne. Sin embargo, su posición la torna susceptible de rodar hacia abajo. Basta un pequeño toque, tal vez con la punta del dedo índice, para hacer que pierda su aparente estabilidad y se precipite destruyendo todo. Así es nuestro emocional. En un momento uno está feliz y alegre; al momento siguiente —por una eventualidad cualquiera— se torna furioso o entristecido.

Por otro lado, si la piedra comienza a oscilar en la posición en que se encuentra, también basta un dedo del otro lado para evitar que comience a rodar. Es así como funciona nuestro emocional.

Apenas un dedo es suficiente para evitar un desastre, siempre que sea aplicado en el momento justo, antes del desencadenamiento. ¿Se acuerda de la historia de Peter, el niño-héroe holandés? Él vio una rajadura en el dique y puso su dedito para evitar que la fuerza del agua agrandase el orificio y terminase por romper el dique. Apenas un dedo, el dedo de una criatura, fue suficiente para evitar una tragedia.

Si usted consigue detectar una amenaza de brote de emocionalidad apenas un instante antes que se desate, será muy fácil evitar ese ataque de nervios: bastará colocar el dedo en la brecha de la represa.

Eso lo aprendí con mi weimaraner. Los perros, como los humanos, siempre dan señales un segundo antes de lo que pretenden hacer a continuación. ¡Si su tutor demora para enviar un comando de derivación, el perro dispara, por ejemplo, para cruzar la calle! Pero si el humano percibe la intención en el instante anterior y da el comando (“quieto” o “no” o cualquier otro), el perro educado, que todavía no comenzó la acción, obedece.

Libro: Ángeles peludos (ES)
Libro: Mude o mundo, comece por você

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Cordialidad

2 minutos de lectura - Publicado el 16 de jun 2022
Professor DeRose

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Cordialidad proviene del latín cordis, corazón. Es algo que hacemos de corazón, con afecto, con amor.

Expresar cordialidad como un estilo de vida, además de ser una postura hermosa ante la vida, ante el mundo, nos hace bien a nosotros mismos. En el pasado, había incluso remedios que eran denominados cordiales, porque hacían bien al corazón. De hecho, te quedas con una sensación de corazón más ligero cuando manifiestas una actitud bonita, afable, sea con quien sea. Esto nos demuestra que el mayor beneficiado no es el otro que fue blanco de nuestra gentileza, sino nosotros mismos, en primer lugar.

La civilidad abre puertas, facilita los trámites sociales, culturales e incluso los burocráticos. Un alumno cordial cautiva a sus profesores que, así, facilitarán su vida escolar. Un funcionario gentil aceita las relaciones con clientes, con colegas y con superiores. Un cliente simpático consigue más buena voluntad y, a veces, hasta un descuento por parte del vendedor. Un vendedor atento vende más, gana más dinero. Un residente simpático consigue excepciones maravillosas del portero de su edificio. Pero es obvio que no vamos a ser cordiales solo pensando en las ventajas que esto nos trae.

La civilidad y la cordialidad son muy fáciles cuando el otro ya está siendo amable. Pero, ¿y cuando el otro está siendo grosero y agresivo? Bien, ahí es preciso que tu civilidad sea muy auténtica y que hayas asumido el compromiso ante ti mismo de ser cordial en cualquier situación, con cualquier persona, pase lo que pase.

No es casualidad que caballero en francés sea gentilhomme (gentil hombre) y en inglés sea gentleman (hombre gentil).

Del libro Cambia el mundo, empieza por ti, Profesor DeRose, Egrégora Books.

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“Así pierdes la razón”

3 minutos de lectura - Publicado el 2 de jun 2022
Professor DeRose

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¿Ya has escuchado esto? “Tienes razón, pero así pierdes la razón”. Frase comúnmente dicha a quien intenta defenderse o defender sus derechos con agresividad o grosería.

Con educación, todo se resuelve. Conversando con civilidad y cortesía, puedes conseguir negociaciones que, de otra forma, no tendrían solución. Cuando estés emocionalizado, no respondas nada. Mucho menos por escrito. Hay un circuito mal soldado en nuestro cerebro que nos lleva a ser más educados cuando conversamos “ojo a ojo” y a ser más toscos cuando escribimos. Yo también soy así. Entonces, evito responder por escrito en el momento en que la sangre está hirviendo. Cuando necesito escribir, no lo envío. Dejo que la cabeza se enfríe y al día siguiente releo lo que escribí. Siempre suavizo mi redacción. Si puedo, espero más. Si es posible, espero semanas o hasta meses, antes de enviar una respuesta dura. Con el paso del tiempo y a medida que releo, voy ablandando más el texto.

Hubo una carta en la que llamaba la atención de una supervisada antigua y muy amiga mía. Me tomó seis meses considerar que no había cómo atenuar más. El resultado fue excelente. Pero cuando yo era joven (léase inmaduro), solía responder en el calor de la emocionalidad. Con aquella actitud, nunca conseguí solucionar los problemas en cuestión y aún perdí buenas amistades. Es el precio que se paga por la inexperiencia.

Una vez, yo estaba haciendo musculación digital, cambiando los canales de la TV, como en general la minoría masculina suele hacer. Por casualidad, caí en un programa en que un exalumno mío, muy famoso, estaba siendo entrevistado por otra exalumna, no menos célebre. Me detuve para oírlos. La entrevistadora estaba siendo extremadamente ruda con el entrevistado. Algo tan absurdo, que no comprendo cómo el director del programa no le advirtió por el “punto” que queda en el oído. Pero el entrevistado no perdía la elegancia y respondía con toda la cortesía a cada grosería de la entrevistadora. Él subió mucho en mi concepto aquel día. Hasta que, mucho tiempo después, al final del diálogo, la entrevistadora dijo, con una voz dulce: “Pero, Paulo, ¿sabes que te quiero mucho, no es así?” ¡Listo! Él la había ablandado. Tal vez la había cautivado con sus buenas maneras.

Del libro Cambia el mundo, comienza por ti, Profesor DeRose, Egrégora Books.

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