No es lo mismo leer, estudiar o practicar filosofía.

Podemos leer filosofía como quien lee un cuento. En búsqueda de inspiración, tal vez aprender alguna cosa, incorporar algún modelo de pensamiento para resolver una cuestión que nos aqueja.

Podemos ir a la universidad a estudiar filosofía. Leer muchos autores. Compararlos. Escuchar profundas explicaciones del contexto en el que se escribieron los textos, las historias y vidas de sus autores. Llegar a ser expertos conocedores de las propuestas de cada línea filosófica.

Pero practicar filosofía es otra cosa.

Practicar filosofía es vivirla. Es tener una brújula y usarla para no caminar sin rumbo. Es permanentemente aplicar los modelos de pensamiento propuestos a los pequeños y grandes momentos de la vida. Sobre todo a los pequeños, porque con un poco de suerte eso nos prepara para los grandes.

Entrenar meditación es, en gran medida, entrenar concentración. Un ejercicio simple de meditación es imaginar una figura geométrica y tratar de mantener esa imagen presente sin dispersarnos.

En brevísimos instantes inevitablemente nos vamos a dispersar. Las dispersiones que surjan serán de uno de estos tres tipos: físicas, emocionales o mentales.

Una dispersión física puede ser, por ejemplo, que empiecen a doler las rodillas, se canse la espalda, o nos moleste el cuello. Sensaciones físicas que quitan el foco de atención que buscábamos mantener sobre un determinado pensamiento y lo llevan hacia el cuerpo.

Una dispersión emocional es un poco más sutil. Por ejemplo podemos sentir ansiedad o aburrimiento. Tal vez aflora un sentimiento de tristeza. O si tuvimos un mal día y estamos de mal humor se torna difícil dirigir la atención hacia el objeto de concentración.

Las dispersiones mentales son los pensamientos. Nos acordamos de algo, empezamos a pensar en otra cosa. Hacemos asociaciones. Dirigimos la atención hacia memorias del pasado o proyecciones del futuro.

Para reducir estas dispersiones y avanzar en el entrenamiento de la meditación, todos estos aspectos (físico, emocional y mental) tienen que ser trabajados. Realizar un trabajo integral del individuo es crucial si queremos obtener resultados verdaderos con esta técnica.

Livro - Pensamentos Desvendados - DeRose

Fermento biológico para que a vida cresça e fique fofinha

Penso, logo existo. Foi assim que Descartes se referiu à prerrogativa humana de pensar, em seu O Discurso do Método, em 1637. Com isso, concluímos que o Método vem sendo discutido desde, pelo menos, essa data!

Há muitas formas de transmitir o DeRose Method: discurso técnico, filosófico, ético, comportamental, contos, mensagens ou mediante sútras, que são as máximas deste livro. Por vezes, uma simples frase contém em si a síntese de uma complexa premissa ou o impacto de uma percepção capaz de mudar a sua vida para sempre.

Os pensamentos deste livro são sementinhas sobre as quais você pode meditar e, com isso, germinar conclusões, descobertas, trilhas pelas quais, quem sabe, conseguirá conduzir a sua vida com mais segurança, sucesso e harmonia. Estas máximas podem ser o “caminho das pedras”, pelo qual você conduzirá seu destino, errando menos e acertando mais; sofrendo menos e desfrutando mais. Estes sútras proporcionam maturidade, ponderação, compreensão, consolo e até um certo domínio sobre os fatos da vida.

Disponível em nosso site!

Jaya es híper-educada, pero aprendió casi todo en base a incentivos y juegos. Cuando le doy un comando como ¡habla!, ella menea la colita, denunciando el placer que siente al recibir una orden. Porque para ella no es una orden: es un juego, una broma, una oportunidad de interactuar conmigo. Y sabe que va a recibir una recompensa, sea un bocadito o una caricia.

Los perros, las criaturas y los comandados respetan mucho más a un líder afable que a uno histérico. El autoritario piensa que obtiene respeto con sus gritos e insultos, pero no es así. Las personas sólo le obedecen en tanto no tienen medios de solapar y boicotear su supuesta autoridad. No darán su vida por él. Quien desenvuelve la actitud habitual de hablar bajo y tratar bien a todos, incluso cuando se equivocan, si un día habla un poquito más serio, eso basta para que todos lo respeten.

Usted debe conocer personas que viven dando reprimendas y nadie les hace el menor caso. Todos se ríen de ellas. Ya se acostumbraron. Se instaló la falta de vergüenza. Pero también debe conocer personas que siempre son amorosas y un día reprenden a alguien, siempre cariñosamente, y a pesar de eso el que es reprendido llega a llorar porque no quería ofender a ese líder. Esto vale para el líder de la jauría.

En mi infancia todos comentaban que mi abuelo materno no precisaba reprender a sus hijos. Le bastaba mirarlos. A mí me parecía increíble. Hasta que la vida me concedió el mismo don. Muchas, muchas veces yo no preciso decir nada. Sólo miro. Y mis colaboradores reaccionan positivamente.

Usted puede obtener eso de su perro. Cuando Jaya está acostada en la cama y yo quiero que baje, no desperdicio comandos verbales. Sólo la miro firme. Ella levanta la cabeza y me clava la mirada, como indagando: ¿Es conmigo? ¿Es para que salga de aquí? Si continúo mirándola, baja las orejitas y desciende de la cama.

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Disponemos de múltiples inteligencias: corporal, emocional, intelectual… y son como engranajes de una misma máquina.

Existen dos grandes abordajes a lo largo de la historia para desarrollar las capacidades consideradas más “elevadas”. Uno se inserta perfectamente en la herencia cultural judeocristiana: abolir el cuerpo, negarlo, retirarle atención e importancia, para que otras inteligencias afloren. El otro propone desarrollar lo corporal (ese engranaje) como forma de lograr una armonía de conjunto.

Entre las capacidades supramentales que en diversas épocas se persiguieron está la meditación. Hoy en día existen muchos sistemas que proponen desarrollar esa aptitud. En muchos casos se va directo al grano, proponiendo la permanencia en inmovilidad con las piernas cruzadas durante horas. ¿Ya probaste hacerlo? ¿Probaste quedarte inmóvil varios minutos? Desde una mosca hasta las piernas dormidas, al principio todo te dispersa.

Si no estás fuerte, con una estructura biológica resistente, meditar es muy difícil. De hecho, uno de los obstáculos para la meditación que cita un conocido sabio que vivió en el siglo III a.e.c, Pátanjali, es la enfermedad, cuya incidencia se minimiza si hay un cuidado hacia lo corporal.

Si en vez de probar lo más lejano, la meditación, y chocarse contra lo más cercano, el cuerpo, se empieza por prestar atención a lo más cercano y tratar de sentir lo que sucede adentro, por ejemplo escuchar los latidos del corazón, eso cambia la ecuación y el universo corporal se vuelve un aliado para mejorar la concentración, paso previo indispensable para la meditación, que consiste en parar de pensar.

“Habéis recorrido el camino que lleva desde el gusano hasta el hombre, y muchas cosas en vosotros continúan siendo gusano. En otro tiempo fuisteis monos, y también ahora es el hombre más mono que cualquier mono. Y el más sabio de vosotros es tan sólo un ser escindido, híbrido de planta y fantasma. Pero ¿os mando yo que os convirtáis en fantasmas o en plantas?” escribió Nietzsche en su obra Así habló Zaratustra. Este híbrido de planta y fantasma, un ser escindido, es el ser humano desconectado de su patrimonio corporal, sensorial, el espiritualista en busca de elevación... Sin embargo, anterior a esta visión es esa otra que no ve oposición entre cuerpo y alma, no busca diseccionar lo que no sobreviviría por separado. “Si me caigo al suelo me levanto con ayuda del suelo”, es la frase de tradición shakta que resume esta mirada.

Cuando estés al borde del colapso, el punto en que te resulta cuesta arriba cumplir con todos los horarios y compromisos y quisieras ranchar todo el día y probar a ver si es posible… hacé el ejercicio mental.

Vamos, imaginatelo. Vacacionarías sin viajar, o agarrarías una mochila y te irías a recorrer el mundo. Mirarías tus programas preferidos el día entero, o leerías hasta cansarte los ojos, deslizándote sin culpa en diversas siestas a lo largo del día. Cambiarías tus rutinas, durmiendo de día y bailando de noche, o lo opuesto: te despertarías antes del alba cada día con el horizonte claro de dedicarte a tus asuntos, esos que nunca tenías tiempo de acometer antes de esta nueva fase. Caerías de visita en los universos de tus personas predilectas, sin hora de término, hasta que ellas empezarían a parpadear porque no tener el privilegio de cambiar su rutina a gusto.

¿O terminarías a la larga construyendo la misma vida? ¿Los mismos compromisos de los que te costó tanto deshacerte? Tal vez lo harías una octava más abajo: un poco menos de esto y de aquello probablemente sería suficiente. En ese caso no haría falta destruir todo, sería más bien una cuestión de dosis.

Ahora otra visualización: vas en la ruta en tu vehículo preferido, auto, bicicleta, patines... No tenés que llegar en ningún horario fijo, cero apuro. Podés pararte a comer algo en el trayecto, podés bajar a mirar las vacas, mojarte si llueve, o detenerte hasta que pare. Después de un tiempo de haber salido, espontáneamente entrás en tu velocidad crucero, que vas a mantener la mayor parte del tiempo. Tendés a estabilizarte en una velocidad, porque eso economiza esfuerzo: una presión constante del acelerador, o un movimiento acompasado de los brazos y las piernas, o una respiración y unas pulsaciones que desencadenan un ritmo corporal. Claro que podés modificar esa monotonía proponiéndote ir más rápido o más lento, pero también hay algo económico y fácil, placentero, en entregarse a ella. Es una ecuación que funciona para vos en ese preciso instante, considerando las millones de variables.

¿Cuánto espacio hay en tu vida para que te muevas a velocidad crucero?

Más sobre este asunto en el libro gratuito Viva mais e melhor, del Profesor DeRose y en O método DeRose e a gestão do stress, de Joris Marengo.

No nosso entendimento, o stress é o estado psico-orgânico produzido pela defasagem entre o potencial do indivíduo e o desafio que ele precisa enfrentar. Stress é a consequência do esforço psicofísico para encarar o obstáculo. Para administrar o stress, tratamos de aumentar a energia do praticante, para que o seu potencial suba e possa enfrentar o desafio de cima para baixo.

O stress em si não é uma coisa ruim. Sem ele, o ser humano ficaria vulnerável e não conseguiria lutar, trabalhar ou criar com a necessária energia. Mal é o excesso de stress ou a falta de controle sobre ele.

Entre um alerta psicofísico e outro, a pessoa teria condições de se refazer desse estado de extrema tensão orgânica e mental. Para tanto, seria preciso que houvesse menor frequência do estado de tensão ou, então, técnicas específicas para minimizar a fadiga generalizada dali resultante e que produz uma reação em cadeia de efeitos secundários tais como enfarte, pressão alta, enxaqueca, insônia, depressão, nervosismo, queda de produtividade, queda de cabelo, herpes, problemas digestivos, úlcera, gastrite, impotência sexual, dores nas costas e o pior de todos os problemas de saúde: as contas do médico!

Basta reduzir o stress para amenizar também todos esses seus efeitos, os quais, de outra forma, dificilmente cederiam a uma solução definitiva. Seriam medidas meramente paliativas ou um mascaramento dos sintomas.

O DeRose Method possui em seu acervo diversos recursos eficientes para reduzir o stressa níveis saudáveis. Tal opinião é partilhada por um bom número de médicos que indicam este método aos seus pacientes estressados.

Por essa razão, são muitos os empresários, executivos, artistas e profissionais liberais que vão buscar, no DeRose Method, a dose extra de energia e dinamismo de que necessitam, mas, ao mesmo tempo, o controle do stress.

Noventa por cento das pessoas sentem os efeitos de combate ao stress já na primeira sessão do nosso método. Nossas técnicas e as atividades sociais estimulam a oxitocina, que é um hormônio produzido no hipotálamo. Com a sua estimulação, os níveis de cortisol (hormônio do stress) diminuem no organismo.

Do pocket book Stress
Professor DeRose, Egrégora Books

Um dia, eu fui ao dermatologista para que ele analisasse minha queda de cabelo e ele disse: “É stress.” E não adiantou eu explicar que sou a pessoa menos estressada que ele já conheceu. Trabalho no que gosto, acordo à hora que bem entendo, decido o que quero fazer, tenho uma esposa que é um doce e jamais brigamos, minha secretária cuida de tudo para mim... em suma: não tenho stress algum. Mas o dermatologista continuou achando que a queda de cabelo era devida ao stress e não à testosterona.

Tempos depois, fui ao cardiologista para controle da pressão arterial que estava um pouco alta e ele pontificou: “É stress.” E não adiantou eu explicar que meu pai tinha pressão alta, portanto, a primeira suspeita deveria ser a genética. Ele continuou achando que era o suposto stress.
Noutra ocasião, fui ao gastro para ver se localizávamos a bactéria que certamente eu trouxera das minhas muitas viagens à Índia e estava causando cólicas abdominais. Ele me disse: “Isso é stress.” E não adiantou explicar que, com 25 anos de viagens aos Himálayas, era inevitável que eu tivesse trazido bactérias, protozoários e todo um zoológico de micro- organismos diferentes dos nossos. Ele continuou achando que a causa era stress.

Um dia, machuquei a coluna treinando Aikidô. Fui ao ortopedista e, assim que declarei ter dor na coluna, ele me disse, alicerçado na sua experiência: “É stress.” E não adiantou eu explicar que a causa fora um trauma. Ele persistiu dizendo que, independentemente do impacto nas vértebras, o stress estava associado à dor nas costas.

Mas o mais incrível foi quando, anos depois, fui ao dentista com um abcesso num dente e o odontólogo foi logo dizendo: “É stress. Estudos recentes provaram que o stress desencadeia abcessos e toda sorte de inflamações, inclusive câncer, porque baixa a resistência do organismo.”

Qual é a conclusão?
A conclusão dos cases acima é que, seja qual for o seu problema, o disparador pode ter sido o stress. Você pode ter vírus e bacilos no seu organismo que nunca criariam problema algum se não ocorresse a baixa da capacidade imunológica pelo stress. É o caso do vírus de herpes, que está lá quietinho até que você tenha um episódio de stress: imediatamente as malditas bolhas começam a aflorar nos lábios ou nos órgãos genitais. Você pode ter propensão genética ao câncer, mas ele nunca se desenvolveria se não ocorresse uma baixa de resistência do organismo.

Do pocket book Stress
Professor DeRose, Egrégora Books

As normas de boas maneiras são basicamente aplicáveis aos adeptos da proposta clean. Contudo, estas dicas serão úteis a todos, pois visam a desenvolver um sentido estético do comportamento com amplitude universal.

É bem verdade que um praticante do DeROSE Method tem um comportamento mais elegante, cordial e com uma polida capacidade de administração de conflitos. Por isso mesmo, devemos estar atentos para uma perfeita integração familiar, social e profissional. Evidentemente, procuramos manter o mimetismo a fim de não chamar a atenção. Mas, às vezes, não funciona. Então, que sejamos notados e lembrados pela nossa elegância, simpatia, cultura e cordialidade.

A maior parte das normas de conduta surgiu de razões práticas. Se você conseguir descobrir o veio da consideração humana, terá descoberto também a origem de todas as fórmulas da etiqueta. Tudo isso se resume a uma questão de educação. Boas maneiras são as maneiras de agir em companhia de outras pessoas de forma a não invadir seu espaço, não constrangê-las e fazer com que todos se sintam bem e à vontade na sua presença. Por isso, boas maneiras são uma questão de bom senso.

Aliás, com relação a esse pormenor, reconheçamos que boas maneiras são também convenções em constante mutação, dependendo do tempo e do espaço. Por isso, o manual de etiqueta que serve para a Europa, não serve para o Japão e o que foi publicado alguns anos atrás, hoje já pode estar desatualizado, pois o mundo se transforma rapidamente.
Assim, o melhor que você tem a fazer quando está fora do seu habitat é esperar que os outros ajam antes, observar e fazer igual. Se comem com a mão, siga o exemplo; se com hashi, trate de conseguir fazer o mesmo.
Mas se, apesar de tudo, você não puder seguir determinados costumes, simplesmente decline-os. Jamais vou conseguir tomar sopa ou chá fazendo ruído, nem eructar no fim da refeição como é correto em alguns países. Nesses casos, conto com a indulgência dos anfitriões pelo fato de eu ser um estrangeiro que não sabe se comportar 100% de acordo com as maneiras locais. Contento-me com uns 95%.

Porém, se você é o anfitrião, ponha seu convidado ou convidada à vontade, fazendo como ele ou ela — sempre que possível. Tenho um amigo que, para não deixar seu convidado constrangido, acompanhou-o e bebeu a lavanda que foi servida após a refeição para lavar as pontinhas dos dedos.

Outro fato bastante conhecido foi o de um diplomata árabe que, numa recepção de gala, terminou de comer uma coxinha de frango e atirou o osso para trás, por cima do ombro. Por um instante, todos se entreolharam como que a se perguntar: “O que faremos?”. Ato contínuo, o anfitrião imitou-o e, em seguida, todos estavam atirando seus ossinhos por sobre o ombro... e divertindo-se muito com isso.

Do livro Método de Boas Maneiras,
Professor DeRose, Egrégora Books

Meio século de vida me ensinou a aceitar um defeito do ser humano como algo incurável: sua insatisfação.

Dei a volta ao mundo inúmeras vezes e conheci muita, mas muita gente mesmo. Travei contato íntimo com uma infinidade de fraternidades iniciáticas, entidades culturais, associações profissionais, academias desportivas, universidades, escolas, empresas, federações, fundações... Em todas elas, sem exceção, havia descontentamento.

Em todos os agrupamentos humanos há uma força de coesão chamada egrégora. Pela lei de ação e reação, toda força tende a gerar uma força oponente. Por isso, nesses mesmos agrupamentos surgem constantemente pequenos desencontros que passam a ganhar contornos dramáticos pela refração de uma ótica egocêntrica que só leva em conta a satisfação das expectativas de um indivíduo isolado que analisa os fatos de acordo com suas próprias conveniências.
Noutras palavras, se os fatos pudessem ser analisados sem a interferência deletéria dos egos, constatar-se-ia que nada há de errado com esses fatos, a não ser uma instabilidade emocional. Instabilidade essa que é congênita em todos os seres humanos. Uma espécie de erro de projeto original, que ainda está em processo de evolução. Afinal, somos uma espécie extremamente jovem em comparação com as demais formas de vida no planeta. Estamos na infância da nossa evolução e, como tal, cometemos inapelavelmente as imaturidades naturais dessa fase.

Observe que raríssimas são as pessoas que estão satisfeitas com seus mundos. Em geral, todos têm reclamações do seu trabalho, dos seus subalternos e dos seus superiores; da sua remuneração e do reconhecimento pelo seu trabalho; reclamações dos seus pais, dos seus filhos, dos seus cônjuges, do seu condomínio, do governo do seu País, do seu Estado, da sua cidade, da polícia, da Justiça, do departamento de trânsito, dos impostos, dos vizinhos mal-educados, dos motoristas inábeis, dos pedestres indisciplinados... Quanta coisa para reclamar, não é?

Se formos por esse caminho, concluiremos que o mundo não é um lugar bom para se viver e seguiremos amargurados e amargurando os outros. Ou nos suicidaremos!

Já na antiguidade os hindus observaram esse fenômeno da endêmica insatisfação humana e ensinaram como solucioná-la:
Se o chão tem espinhos, não queira cobrir o chão com couro. Cubra os seus pés com calçados e caminhe sobre os espinhos sem se incomodar com eles.

Ou seja, a solução não é reclamar das pessoas e das circunstâncias para tentar mudá-las e sim educar-se a si mesmo para adaptar-se. A atitude correta é parar de querer infantilmente que as coisas se modifiquem para satisfazer ao seu ego, mas sim modificar-se a si mesmo para ajustar-se à realidade. Isso é maturidade.

A outra atitude é neurótica, pois jamais você poderá modificar pessoas ou instituições para que se ajustem aos seus desejos. Não seja um desajustado.

Então, vamos parar com isso. Vamos aceitar as pessoas e as coisas como elas são. E vamos tratar de gostar delas. Você vai notar que elas passam a gostar muito mais de você e que as situações que antes lhe pareciam inamovíveis, agora se modificam espontaneamente, sem que você tenha que cobrar isso delas. Experimente. Você vai gostar do resultado!

Do livro Mude o mundo, comece por você,
Professor DeRose, Egrégora Books